Dossier de prensa SONÁMBULOS

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Dossier de Prensa


«Para explicar este libro debo decir algo sobre la escritura literaria, ésta suele consistir en echar un balde al pozo que uno lleva dentro. Es algo que no se suele contar pero el trabajo de escribir ficción es ir cavando un hueco dentro de uno; conforme se desciende el agua que se halla va siendo más fría. El caso de este libro es otro, nace alrededor de un texto, Negocios de familia, que hace unos años saqué del pozo y que luego arrojé de vuelta pretendiendo olvidarlo. Durante cuatro años me llegaba alguna voz desde aquel agujero pero las urgencias de la vida diaria me permitieron no hacerles caso, hasta que las voces se hicieron más claras y fuertes y tuve que buscar un hueco en mi vida para volver a sentarme a escribir al dictado de esas voces. A veces ocurren cosas así.»

Suso de Toro Suso de Toro

Sonámbulos alianza literaria

15,50 x 23,00 cm 120 páginas Rústica ISBN 978-84-206-9182-4 Código 3472466

€ 14,00 ISBN 978-84-206-9183-1


sonámbulos Los tres escritos contenidos en este libro tienen una textura semejante; son voces que hablan y que nosotros escuchamos. Y todos tratan de lo que trata la literatura, de la memoria, o sea, del pasado. Con esa función que, en palabras del autor, tiene a veces la literatura de forzar arcas y armarios.

En Negocios de familia un terapeuta recibe la visita de un paciente que no quiere revelar su nombre ni su profesión y que se interesa, en cambio, por las fotografías familiares que el psiquiatra tiene en su despacho. La aparición del individuo, que padece insomnio desde hace años, coincide con la muerte del padre del terapeuta y abre la puerta a un pasado incómodo y feo, a la memoria de años siniestros y a episodios de la historia reciente voluntariamente omitidos o sumergidos en la penumbra del olvido. La historia de esos dos personajes también es una historia nuestra y el autor no nos permite olvidarlo, para ello pide nuestro valor de lectores. Conversando con el agua recoge la voz de un hombre que le habla a los turistas junto a la fuente de su ciudad. El agua que fluye, que se bebe, que se desborda y que alguien tiene que narrar. El hombre, con un sombrero ridículo en la cabeza, se aplica a esa tarea. Lo hace incluso en sueños, como sonámbulo, hasta que tanto él como sus ocasionales oyentes son rescatados por la irrupción de una realidad más concreta y cotidiana. Insomne, escrito originariamente en gallego como texto para magnetófono, y estrenado como tal en el año 2001, es el monólogo de un personaje implacable, también surgido de la memoria.

Vencida su lucha contra el sueño -debilidad de poetas y refugio de hombres sin virilidad-, el hombre aguarda despierto e inmisericorde la llegada de esa otra vigilia sin nombre y sin final. Así se forja a sí mismo un monstruo.


NOTA DEL AUTOR Durante estas décadas pasadas viví dejando en penumbra los recuerdos de aquellos años siniestros pero llega un momento en que uno no puede más

« L a función de la literatura es forzar arcas y armarios, la literatura no siempre es inocua»

L

os tres textos que van en este libro tienen una textura semejante, son voces que hablan y que nosotros escuchamos. Y todos tratan de lo que trata la literatura, de la memoria, o sea del pasado.

Conversando con el agua. Es un texto que nació de un encargo de la «Fundación Agbar», me propusieron un texto sobre «el agua desbordada» y yo les envíe eso, no solo les pareció bien sino que además me permitieron editarlo en este libro. Tengo que agradecerles su comprensión y que en su momento aceptasen un texto líquido que no se dejaba envasar adecuadamente en el recipiente del título. Insomne, igual que Negocios de familia nació de recibir los golpes de la historia en las propias espaldas. El texto original fue escrito en gallego en el año 2001 como texto para magnetófono y como tal fue escuchado por primera y única vez en la «Sala Galán» de Santiago, en el «Festival alternativo de Teatro, Música e Danza». El texto en castellano fue publicado en el mismo año en la revista Lateral. Aquel texto fue retomado y corregido ahora para su edición en el libro, básicamente lo que hice fue separarlo un poco más de las circunstancias históricas que viví en aquellos momentos. Quizá a algunas personas que lo lean hoy ese ser terrible les resulte lejano y extraño, hoy los monstruos son transparentes, pero quienes ya hemos conocido otros tiempos también hemos padecido otros monstruos. Pero para explicar este libro debo decir algo sobre la escritura literaria, ésta suele consistir en echar un balde al pozo que uno lleva dentro. Es algo que no se suele contar pero el trabajo de escribir ficción es ir cavando un hueco dentro de uno, conforme se desciende el agua que se halla va siendo más fría. El caso de este libro es otro, nace alrededor de un texto, Negocios de familia, que hace unos años saqué del pozo y que luego arrojé de vuelta pretendiendo olvidarlo. Durante cuatro años me llegaba alguna voz desde aquel agujero pero las urgencias de la vida diaria me permitieron no hacerles caso, hasta que las voces se hicieron más claras y fuertes y tuve que buscar un hueco en mi vida para volver a sentarme a escribir al dictado de esas voces. A veces ocurren cosas así.

Negocios de familia nació inicialmente de mi propia memoria personal, fueron pasando los años y resulta que las cosas que recuerdo ya son historia, y muy concretamente de un lugar de mi memoria que la sociedad decidió que quedase encerrado, le resulta incómodo y feo.


Durante estas décadas pasadas en que mirar atrás era de mal gusto viví dejando en penumbra esa parte de los recuerdos de aquellos años siniestros, pero llega un momento en que uno ya no puede más y debe decir todo lo que debe decir: aquello ocurrió y ésa es la verdad, lo demás son patrañas. Es una historia fea, se trata de esa función que tiene a veces la literatura de forzar arcas y armarios. La literatura no siempre es inocua. Permitan que haga memoria. A las siete y media de la mañana del día 27 de septiembre de 1975 abrí la puerta del café de mi familia como todos los días de la semana, entonces trabajaba en el negocio de mi familia además de estudiar una carrera universitaria. En la puerta, como cada mañana, ya estaba esperando Silva, que trabajaba en una tintorería cercana. Con Silva detrás, apurándome para que encendiese pronto la cafetera y le preparase el café con leche, hacían falta unos minutos para calentar el agua, encendí las luces, bajé las sillas de las mesas donde habían quedado tras fregar el suelo la noche anterior y realicé algunos otros manejos de forma mecánica que, treinta y nueve años más tarde, no puedo recordar con fidelidad.

Aquella noche había dormido poco y mal. Entonces era militante de una organización clandestina con la que tenía contacto desde hacía tiempo y en la que había entrado formalmente el año anterior, la mayor parte de las organizacións clandestinas habíamos realizado toda la agitación y propaganda que habíamos podido contra los cinco fusilamientos que el Ejército había sentenciado para aquella madrugada. Yo sabía que en cualquier momento, mientras despachaba cafés y copas a los trabajadores de talleres y de la construcción que eran mi clientela a aquella hora, aquellos cinco jóvenes, dos o tres años mayores que yo, serían fusilados. Debió de ser pasadas las ocho de la mañana, no recuerdo la hora en el reloj pero mi clientela tenía el horario fijo marcado por la entrada al trabajo y recuerdo que el perfil de la clientela en la barra era el de las ocho, cuando entró otro cliente que no era habitual a aquella hora. Era un hombre alto y fuerte, tenía un negocio próspero en el barrio, y siempre ocupaba mucho espacio público con sus voces y su puro. Aquel hombre se plantó en medio del local y, desde detrás de la fila de clientes en la barra y sobresaliendo sobre ellos, me señaló y gritó, « a todos los comunistas había que fusilaros». Puede que

Suso de Toro Es uno de los principales exponentes literarios de las actuales letras gallegas. Cultiva la novela, el relato y el ensayo, así como el periodismo. Su extensa obra ha sido reconocida con distintos premios, entre los que cabe destacar el Nacional de Narrativa en 2003, el de la Crítica en 1994 por su novela Tic-Tac y en 2000 por Non volvas, el de la Crítica de Galicia de 1986 por su libro de relatos Polaroid y el Blanco Amor de 1997 por Calzados Lola. En Alianza Editorial ha publicado la novela Siete palabras. Suso de Toro colabora habitualmente con distintos medios de comunicación.


dijese alguna otra cosa pero no lo recuerdo. Recuerdo vagamente el silencio que se creó y que, con mi mejor tono profesional, le pregunté si quería un café. Dio media vuelta y se marchó. Aunque tenía un transistor que me hacía compañía junto a la cafetera y aquella mañana estaba particularmente atento a la noticia esperada no puedo decir exactamente si aquel hombre irrumpió antes o después de que asesinasen a aquellos jóvenes.

Pero ese recuerdo, como todos los que pertenecen a aquel tiempo de clandestinidad, estuvo sepultado y no se hizo memoria hasta hace poco. Desde hace unos años noto dentro como el tiempo hace su trabajo dentro de mí y me devuelve cosas que habían ido quedando atrás y perdiéndose en fosas casi abisales, «cayendo en el olvido» decimos justamente. El tiempo me trabaja a mí y a todos, también está trabajando a una sociedad que vivió olvidando bajo la prohibición de mirar hacia atrás, la maldición de la mujer de Lot. De todas las maneras se nos hizo ver que no era adecuado ni legítimo recordar aquellos años grises como plomo y duros como hierro, hemos tenido que callarnos nuestro asco cuando se los calificaba, más perversa que frívolamente, como «dictablanda» y cosas por el estilo.

Se sepultó el franquismo, que siguió ahí pero vistiendo traje nuevo, y se condenó al antifranquismo denigrándolo moral e ideológicamente. Para legitimar lo existente había que deslegitimar a quienes no habían reconocido aquellos pactos, a los perdedores de aquella pequeña pero cruel guerra, a quienes habían luchado contra el fascismo se les recordó que no eran «demócratas», que eran comunistas y que en el comunismo no había democracia, y que Stalin y Mao habían matado a millones de personas. Esas cosas ciertas que cargaban sobre las espaldas de aquellas personas de ideologías intolerantes y debían oírlas de labios y plumas de personas que estaban limpias, no se habían manchado en aquellas sucias refriegas entre intolerantes enfrentados. Esas cosas ciertas me parecieron la urdimbre de la mentira más sucia e innoble fabricada para negar y liquidar la existencia de los antifascistas.

«El tiempo me trabaja a mí y a todos, también está trabajando a una sociedad que vivió olvidando bajo la prohibición de mirar hacia atrás, la maldición de la mujer de Lot»

«Se sepultó el franquismo, que siguió ahí pero vistiendo traje nuevo, y se condenó al antifranquismo denigrándolo moral e ideológicamente»


«Intenté lo más honradamente que supe escribir aquí una verdad, que no puede ser contada con maniqueísmo porque como todo lo que está vivo es compleja, pero que quería ser dicha»

«Puede que me haya equivocado o que no haya acertado pero, también en cualquiera de estos tres textos, quise servir a mi ama, la literatura»

Para que conste, digo que fui uno de aquellos adolescentes y jóvenes que fueron antifascistas (comunistas, claro) que nunca pudieron creer el relato de una reconciliación alegre y sincera y que, aunque vivió y sobrevivió todos estos años buscando adaptarse a la realidad existente, nunca dejó de sentirse un extraño en el jardín de la democracia española. Aquellos años existieron, nosotros existimos y aquellos compañeros que fueron represaliados y los que fueron asesinados existieron. Y los que vivimos y sobrevivimos con su recuerdo tenemos el deber de dar fe.

Nunca me consideré un escritor político, muy al contrario, precisamente porque como ciudadano milité en organizaciones políticas y sindicales quise separar escrupulosamente la creación literaria de los compromisos personales, que reservé para textos de opinión explícitamente. Creo profundamente en la literatura, creo que nace directamente del centro de lo que es humano y que es un lugar donde todos los humanos nos podemos encontrar con independencia de nuestras ideas y demás contingencias, la literatura nos habla por igual a todos porque nos habla de lo que nos es común y compartido, la vida humana. Personalmente, aunque ya no practique la literatura como oficio vivo como escritor, ella me hizo la vida más reconocible y plena, cuando falta la religión la literatura nos ayuda a vivir de forma más trascendente. Da sentido a la vida. Creo en la autonomía de la literatura en su propio universo, pero la vida es una sola cosa por más que pretendamos compartimentarla y trocearla y la literatura trata de la vida de todas las formas posibles, del día y de la noche, de lo recordado y de lo negado. Es el lugar para que se manifieste la experiencia de vivir con todos sus conflictos, goces y dolores. Es el lugar para que viva la verdad. Intenté lo más honradamente que supe escribir aquí una verdad, que no puede ser contada con maniqueísmo porque como todo lo que está vivo es compleja, pero que quería ser dicha.


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